domingo, 26 de septiembre de 2010

Back in Business

Ante la pregunta de hacia donde era que íbamos, la respuesta es casi la misma que cuando empezamos.
De todos modos el plan original es cagarla. Ni más ni menos.
"enséñale a todas las que conozcas a defenderse. más que defenderse, a arrancar pollas a mordiscos, castrar con los dedos, inducir la impotencia mental, arrancar ojos de abusadores y envenenar a los canallas"
Hay demasiados idiotas que destruyen gente allá afuera sin ninguna mayor razón. Sólo porque pueden. Porque los hace sentir poderosos. Y a veces el karma se demora demasiado en llegar.
"búscalos en todas partes. certificados, diplomas, cursos, declaraciones, registros, pagos, un montón de información sobre la mesa. la mayoría no pueden ver sus dientes cuando se aproximan. han aprendido a volverse temibles tiburones. han corrompido a los más soñadores y socavado el respeto por los ajenos"
Se evidencian sobre todo en las palabras que usan. Sus rostros en realidad no pueden ocultar desagrado cuando tocan conceptos que contraríen sustancialmente sus hegemonías violentas. Cuidado sobre como rebuscan las más variadas palabras para no decir tal o cual cosa. "Estoy a favor de esto, pero..." Remilgos. Excusas. Si los ves en puestos de poder, sus administraciones son una contradicción avasalladora sobre lo que expresan y la manera en que tratan a sus pares.
"una vez que golpearon a una, no hay vuelta atrás. una vez que patearon y escupieron a otro, les puede parecer normal hacerlo de nuevo. a nada le temen más que a los debates demasiado apasionados. sus mundos se derrumban cuando chocan con realidades en extremo reales para ellos. no obedecen sino a la brutalidad asquerosa de la que hacen ostentación o al frío raciocinio empleado deliberadamente para joder a otros por motivos ridículos"
Una ciudad al culo del mundo, deja de ser tan prístina y encantadora cuando entiende que no tiene la necesidad de seguir siéndolo para sobrevivir entre las demás hermanas meretrices. No hubo mayor necesidad de contener las bajas pasiones de la tergiversada irracionalidad moral o religiosa, y dar rienda suelta al pandemónium inverso. Sodoma y Gomorra de la hipocresía. Ya no más turbas, ni bacanales. En las más finas, repulsivamente exquisitas casas, las bestias terminan por devorarse a sí mismas. El vejamen se ocultó a voces en el manto de la privacidad. La violencia inconscientemente colectiva hacia el inmenso mundo mayoritario se volvió rutina. "Ya no queremos violar ángeles" concluyeron, "Nosotros somos los buenos".
"sus hijos, sus hijos, sus preciosos hijos. es increíble lo pequeño que puede ser el diminuto mundo de una ciudad al culo del mundo, de un montón de personillas pululando en el culo del mundo. dicen que las palabras, escogidas perfectamente las adecuadas, quedan rezumbando durante días en la cabeza, meses largos, hasta incluso años, cuando producen silenciosamente el ¡clic! que separa un trozo de vida disponible para olvidar y otro trozo que no se borrará, sino que se releerá una y otra vez, repensándose para saber si pudo haber pasado de otra manera. el talento del interventor entonces, es precisamente que la respuesta a esa eterna duda sea no. no había forma de que las cosas salieran diferente. era algo que tenías que aprender. era algo que tenías que ver por ti mismo. era algo que los hijos-de-puta de tus progenitores, tutores, maestros o líderes te hubiesen dicho que estaba mal"
El plan original era cagarla. Pero a diferencia de ellos, queríamos (queremos, si acaso no nos tragan los vaivenes de las turbas) infectar a las semillas con propósitos claros: ser un cabrón no sirve para nada. Las mujeres también lo valían, para mucho más de lo que admitían. Los anti-naturales también soñábamos, aunque lo negaran entre rezos. Las cosas no eran inmutables. No lo fueron, y no lo serán tampoco. El antiguo cabrón que pretendía volver su vida en la administración de un fundo, entendiendo la de los demás como allegados, esta en vías de extinción, sino enterrado.
"incomódalos. reparte la infección entre todos los que debiesen oír. proponte metas mensuales o algo así. número de idiotas trastornados. diez puntos por cada uno, canjeables por cerveza. no soportes que las bestias respiren demasiado cerca tuyo ni que te convenzan de sus alegatos cuando eleven las voces para escucharse solo a ellos mismos. en cierta manera, son víctimas de restringidos e inalterables principios que conciben la diferencia como una patología, una equivocación corregible. la normalidad es una mierda variable. basta con incomodar suficiente. los campos de batalla los configuran a su vez los victimarios. el elemento sorpresa siempre es una ventaja. y créeme, que son bastante impresionables"
Nuevos cabrones caminan sobre la tierra.


viernes, 27 de agosto de 2010

Guiados


Se venía de manera culpable cuando se masturbaba, y en realidad no disfrutaba en lo más mínimo, sino cuando colocaba todo el volumen a su notebook para escuchar la Feldeinsamkeit opus 86/2 de Brahms mientras se la chupaba a algún pajarete que no entendía ni lo que estaba sonando en el aire ni los sonidos que emitía su raro amante con el artefacto en la boca.
La lógica del mercado excluía virtualmente que este tipo de gente tuviese un abanico de posibilidades sexuales a su haber, pero a este particular amante de las más extraviadas obras de óperas desgarradoras y viejas piezas de piano le sobraba encanto y le faltaba vergüenza. Sabiendo que a su edad no tenía mucho que hacer en un primer approach frente a los niñatos que bailaban con Lady Gaga, rompía el hielo comprando tragos sin que nadie se lo pidiese, y encendiendo cigarros sin que nadie tuviese uno. Tenía también un sexto sentido para detectar mentiras, y siempre precavido, prácticamente sometía a sus posibles víctimas a un interrogatorio para dilucidar cuando los niñatos estaban sobre el límite que definía el estupro y cuando agregaban primaveras a sus vidas.
Sin gozar de un trabajo soñado, no pasó nunca hambre y consiguió comprar a poco crédito una Toyota 4runner negra del 2009 donde se llevaba a los niñatos a su morada, no sin antes pasar a comprar una cajetilla de Gitanes en algún negocio abierto del barrio alto.
Como la Feldeinsamkeit no le duraba lo suficiente, primero empezaba con la Sinfonía #3 opus 90-1 de Brahms, con el chico ya enrollado en sus sabanas azules de satén. Luego seguía con Les Pecheurs de Perles de Bizet cuando había desnudado ya a su víctima, desde allí avanzaba raudo por la piel de la víctima al son de Fantasie Impromptu hasta quedar satisfecho del olor a desodorantes baratos, sudor seco de baile, y nuevo sudor nervioso, fresco de pleno rubor, hasta hundirlo en un triste, y casi ceremonial Liebestraum, al tiempo en que se acuclillaba en la cama a fumar, observando la mirada ansiosa del niñato de turno, y sabiendo que se aproximaba el fin de los profundos acordes, procedía a succionar el artefacto viril del niñato, sólo porque podía o tal vez sólo porque así lo disfrutaba. No dejaba que lo tocaran, le parecían en extremo tontas las caricias de los nenes. Le concedía el exclusivo poder de acariciar sus fibras a las finas melodías de la Feldeinsamkeit, y acababa gozoso siempre en ella, sin importar la suerte del niñato, que se hiciese una paja si le hacía falta.
La ciudad era grande y él impaciente. Sus pasos no se repetían, y no tenía ninguna explicación propia de porqué tanta insaciabilidad de inexperiencia. ''Es como si una batuta guiara mis movimientos; pretende que lo siga hasta algún grado de perfección que no conozco'', se justificaba. Para ninguna de sus víctimas tuvo mayor sentido tanta fascinación por un tipo que ya había gastado sus mejores cohetes hace tiempo, pero luego de compartir su egoísta cama, no se sacaban de la cabeza los sonidos que producía cuando se llenaba la boca con sus propias carnes, ni las manos que parecían apretar teclas sobre sus cuerpos, ni la manera en que llevaba a cabo los robatos entre los ritmos de las penetraciones difícilmente forzosas. Pero no tenían como saber, más allá de lo que habían aprendido de MTV, que no era culpa del extraño tipo que fumaba mientras follaba con ellos, sino que él era solo un mensajero, un canal conductor entre los inconmensurables mares que guardaban esas melodías aburridas y las emociones que despertaban dentro de ellos mismos, emociones que se rompían violentamente como olas contra roqueríos, al igual que la primera vez que dichas piezas fueron escuchadas y cautivaran a sus incrédulos oyentes.






Ni mi nombre le hubiese confiado yo. Hay mensajeros y hay pacientes mentales. El ensayo y error demuestra que los segundos son mejores para confiar; no te pillan de sorpresa.

domingo, 22 de agosto de 2010

And who does it?


"Por lo anterior, yo siempre escupo en mi cuaderno en llamas, pero bueno, que se le va a hacer si cada vez que me miro las manos, veo palitos, de esas como rayitas de cuarto básico dibujadas, me desarmo, sabes? me pidieron que marcara mis preferencias, y las opciones que consideraba correctas, pero para mí eran todas, o no había nada allí que fuera cierta, ves? marque todas las letras D, así no le doy explicaciones a nadie, pensé, pero después me dicen que no me lo tomé en serio y la entrevista personal, pero yo, no sé, no estaba tan allí como debía estarlo, y entonces me dieron una hoja para retratarme, pero las batas blancas me dan miedo, con las puertas tan abiertas, sin saber quién puede entrar, y seguían esperando el dibujo, yo no vi otra salida que carraspear, te das cuenta? y lanzar un misil de flema verde claro sobre la hoja, y listo, así que imagínate el concepto compartido que tengo de mí mismo"

miércoles, 11 de agosto de 2010

Los Mareados

" Ellos eran muy punk rockers, los cabrones.
La Marta quedo preñada y el Cacho se hizo el loco y se fue pa'l norte.
No había nada gracioso cuando no estaban tan juntos.
El Chato esta trabajando en la pesquera, de sol a sol parece, porque nadie lo ha visto.
Como un grupo de hienas, riéndose de todos, acechaban a las viejitas afuera de los supermercados y las iglesias. "Una moneda pueh tía, pa'l bajón".
El Roro esta matando las horas, cagándose encima dentro de su pocilga que comparte con el Care Jarra, que a su vez alimenta al parásito en casa con lo que gana cargando papas en la feria.
Unos iban a buscar a los otros a la salida del colegio, y todos los pendejos se meaban de miedo cuando les pedían monedas.
La Chora desapareció cuando su papá quedo tieso después del infarto. Se dice que anduvo bailándole por poca plata a los mineros, hasta que uno se la llevó con él, quizás para casarse, si uno espera lo mejor.
Una vez el Tito apareció con agujas. ¡Era Año Nuevo, Navidad y todas las fiestas juntas! Se quedaron mirando el techo de la habitación absortos en las moscas que volaban sobre ellos. La Marta se quedó dormida mirando por la ventana, observando los cerros pobremente iluminados.
Al Tito lo atropellaron un veinticinco de enero. Aunque le hicieron pagar al chofer, todos sabíamos que la culpa la tenía un Tito ebrio paseándose sin polera por la carretera. Ahora el gobierno lo patrocina con comida y techo, y hasta le han encontrado un trabajo de oficina.
Cuando se juntaban, tenían que estar constantemente moviéndose. Las viejas ociosas no dudaban en llamar a todas las fuerzas armadas del orden, una más puta que la otra, ansiosos estos de probar sus tácticas de emboscada con el grupo de "antisociales y drogadictos".
El Lucho irónicamente tenía excelentes notas, y becas al por mayor. Todo iba viento en popa hasta que los demás se enteraron y empezaron a aparecer por su puerta cada mes, cada semana, cada día. Fue a la capital a terminar sus estudios allá.
Una vez el viejo de la Chora, años antes de quedar tieso, los llevó a todos pa'l interior, a una ciudad pequeña y calurosa, a una tokata clandestina masiva. Ya allí, se dieron cuenta de que las autoridades habían sido más que alertadas y nadie con banderas negras se apareció. "¿Y qué?" dijo uno y se lanzaron a las botillerías. Echados en la cancha, con la cerveza tibia y los cigarros rancios, se rieron y molestaron a todos los transeúntes hasta que en un momento, en silencio observaron el calor que sobre el asfalto volvía borrosas las siluetas, y una breve brisa sacudió sus cabelleras teñidas.
Al Jano se lo cargaron a fines del año pasado. Quizás debía mucho, o simplemente vivía vida prestada. A las cincuenta y seis horas después de haber salido de la cárcel, el tipo le clavó cuatro puñaladas en la guata. Murió casi instantáneamente, desangrándose en un callejón sucio.
Y de los demás no sé más nada. Creo que ni siquiera me reconocerían."

Un arrendador.



Le sugerí que firmará con ese nombre después de haber visto "Se Arrienda" de Fuguet. Con cierta nostalgia nos dimos cuenta de que cada cuál a su manera, no nos habíamos vendido, pero nos habíamos arrendado. "Mierda, ya no hay vuelta atrás" dijo él.

sábado, 7 de agosto de 2010

El niño de sus ojos

Miraba a todos lados, nervioso. Si hubiera tenido un poquito más de experiencia, se habría dado cuenta de que la imagen que estaba ofreciendo no podía ser más sospechosa. Camisa rosada pálida metida dentro de los pantalones grises de tela, veston gris con finísimas líneas negras que lo surcaban de arriba hacia abajo, corbata roja oscura, más bien conchevino, de nudo mediano, prolijo rostro afeitado de veinteañero, pelo negro peinado con algún producto de fijación, ojos café observando todos los autos, todos los pasajeros con una impaciente mirada. Y como guinda de la torta, en una esquina, en un barrio viejo, ni tan popular, ni tan tranquilo, ni tan adecuado para ver a un chicuelo vestido tan elegante nervioso a eso de las ocho de la tarde parado en una esquina, moviendo de aquí para allá sus zapatos negros brillantes de tanto lustrado. “No lleva flores, pues. Por eso tan nervioso” pensó para sus adentros una señora que pasó a su lado cargando la bolsa del pan.

El grupo de chicos que estaba sentado en la esquina del pasaje, apenas a unos veinticinco metros más allá, lo tenía en la mira hace rato. No habían perdido un detalle de sus movimientos, y se hablaban entre ellos sobre lo que podrían hacerle si pasaban unos minutos más. Él evitaba mirar hacia allá, concentraba todos sus escrutinios en los pocos autos que pasaban. Ya se habían levantado de donde estaban el grupo de chicos, acercándose lentamente, cuando un auto modelo TS Coupe de color café llegó hacia donde estaba él. Aliviado, se subió de inmediato. Pasaron frente al grupo de chicos, que lo observaron del otro lado de la ventanilla, serios y desafiantes.

- Nos demoramos mucho? -. Preguntó el chofer.

- No, casi nada -. Respondió él, consciente de que esa era la respuesta correcta.

La radio sonaba con alguna mierda de reggaetón, mientras el chofer y el copiloto hablaban de lo que habían hecho la noche anterior. El tipo que estaba al lado de él, era el amigo que lo había invitado a participar.

- ¿Estás nervioso? -. Le pregunto su amigo, que también iba elegantemente vestido.

- Un poco.

- Sí, yo también. Acuérdate lo que hablamos antes, si pasa algo malo -. Le recordó en voz baja.

“Algo malo” significa básicamente si los atrapaban. La policía había detenido hace dos semanas y media a un grupo de muchachos (y no tan muchachos) como ellos cuando desbarataron a una red que ofrecía, según declaró la Fiscalía a los medios, “un servicio que repudia a la moral y el interés público”. Y “lo que habían hablado antes” significaba la conversación que tuvieron al momento en que le ofrecieron al nervioso chico de terno gris subirse al auto. “Nosotros no sabíamos adonde nos llevaban, tenemos que decir, o sino algo así como que pensábamos que íbamos a un cabaret, no sé” le había explicado su amigo. El chofer los observó por el espejo retrovisor. Si sucedía algo malo, ninguno de ellos se conocía.

Anduvieron una media hora por la autopista primero, luego se adentraron en un cerro, en una población con casas acumuladas, amontonadas una sobre otras, emplazadas en medio de las rocas que se alzaban sobre las plazas sin juegos, ni pasto, apenas banquillas pintarrajeadas donde esperaban grupos de chicos taciturnos, por algún cliente, algún ansioso consumidor.



El auto se estacionó en un pasaje, frente a una casa grande de dos pisos. Quizás era verde, no se podía vislumbrar mucho en la noche joven y con los focos quebrados de los postes de luz que debían alumbrar el angosto pasaje. Se apearon del auto, y el otrora chofer golpeó la puerta.

Un hombre de unos cincuenta y pico años la abrió, con sombra negra en demasía sobre sus párpados, unos labios pintados de color rojo intenso evitaron manchar la mejilla de quien entraba, hasta que le tocó el turno al muchacho nervioso de veston gris.

- ¡Eá, carne fresca! -. Exclamó el hombre en voz alta. Lo invito a pasar, extendiendo su brazo tapizado con un chal verde claro. Se sentaron en los sillones negros que los aguardaban en el living.

Cerró la puerta, taconeó el piso de madera con fuerza, logrando que sus piernas tiritaran dentro de las medias negras que llevaba y gritó con fuerza: “¡Bajen niños!”

Por el techo se oyeron los pasos apresurados, las puertas rechinando al abrirse, y los jóvenes bajaron presurosos por la escalera vieja de madera, para quedarse quietos, esperando en el living decorado con fotos en blanco y negro de Madonna, Judy Garland, Ava Gardner y Marilyn Monroe.

Eran seis, vestidos intencionadamente con ropa de marca, colores vivos y zapatillas Adidas, para resaltar mucho más su corta edad. Había caras con pómulos salientes, de clara descendencia indígena, y un par con piel blanca como la leche, algunos con pelitos tímidos que asomaban en la caras, otros derechamente lampiños, de cabellos rizados algunos, de pelos tiesos otros. Todos cuchicheaban entre ellos, y se reían quedamente

- ¿Quién va a pagar? -. Preguntó inquisidor el hombre de labios pintados.

- Yo -. Respondió el amigo del muchacho nervioso-. ¿Cuánto va a ser?

- Lo mismo de siempre guapo -. Contestó meloso el hombre, recibiendo los billetes uno por uno, hasta que estuvieron todos, y les asintió a los niños que esperaban con rostros risueños. Uno de ellos, que llevaba una polera negra sin manga, jeans ajustados de color morado y un tatuaje tribal en su hombro izquierdo, se adelanto hacia ellos.

- ¿No quieren pasar al salón a tomar algo antes?

- Como no, Matías -. Respondió el otrora chofer. Tres chiquillos se adentraron por un pasillo hacia un salón adentro de la casa, seguidos por los acompañantes del nervioso muchacho de veston gris.




El muchacho se quedo de pie, sin saber qué hacer. No bebía alcohol.

-¿Qué pasa corazón? ¿Necesita ir al baño? Aprovecha a tomarte algo, antes de que lleguen todos los viejos, que esos no se despegan del bar -. Le comentó el hombre de medias negras y chal verde.

-No, gracias. Es que… -. Magulló, dirigiendo la vista hacia los otros tres chicos que estaban subiendo de nuevo al segundo piso.

-Ah… Como no dice nada entonces… ¡Gabriel! ¡Ven! -. Gritó el hombre.

Un chico flaco, con camisa negra, jeans azules, de tez morena y ojos verdes, bajó de nuevo la escalera.

-Dale la bienvenida al nuevo -. Ordenó el hombre, antes de prender un cigarrillo y dirigirse al salón.

El chiquillo le estiró la mano, la cual tomó el muchacho, aún más nervioso. Subieron hacia un pasillo que llevaba a múltiples habitaciones. La casa era del tipo colonial, viejo diseño con patios grandes, ampliada para servir de bar, salón de baile, cocina y living en el primer piso y en el segundo disponer de siete habitaciones. Fueron a la última del pasillo, donde Gabriel abrió la puerta para dejar entrever una decoración más bien infantil. Las paredes de color amarillo, estaban tapizadas por posters de bandas gringas. Una cama con cobertor azul con autitos y un velador grande y viejo eran todos los muebles que había. Había una ventana abierta que daba hacia la calle, hacia los cerros con más casas viejas y amontonadas. Una fotografía de River Phoenix, también en blanco y negro, era lo único que desteñía con el ambiente de pubertad. La imagen observaba la cama, desde su porta retratos sobre el velador. Gabriel entro primero, y cerró la ventana.

-Recuéstate y sácate ese veston -. Le dijo sin ganas Gabriel, revelando un acento venezolano.

-¿Cuántos años tienes?

-¿Qué importa eso? -. Replicó Gabriel, mientras cerraba con pestillo la puerta-. ¿Primera vez que vienes? -. El muchacho de veston gris, ya sin él, asintió. Gabriel sonrió, antes de apagar la luz.

- Tengo trece y medio, si saberlo te tranquiliza un poco más -. Le susurró Gabriel, al montarse sobre él, mientras las carcajadas y los vasos tintineantes se oían allá abajo. Ya se había quitado la polera, y a pesar de la oscuridad, se podía vislumbrar que sus hermosos ojos verdes brillaban, y su espalda, invitaba a tantear los huesos que se escondían bajo su delicada piel morena.

El muchacho, ya despojado de su veston, sus pantalones grises, su corbata conchevino y su camisa rosada pálido, vislumbró grande el número trece en su mente, antes de olvidarlo, y arrojarse al calor que Gabriel le ofrecía de espaldas, con suspiros quizás ensayados, quizás reales.



sábado, 31 de julio de 2010

Proposiciones a una guerra en curso




Vi la película "Tropa de élite" hace poco. Unos tres días después, todavía me da vueltas por la cabeza. Si este tipo de imágenes son parte de una "legalidad" intrínseca que se despliega en la lucha contra el narcotráfico... pues simplemente no puedo dormir bien. Y tampoco entiendo como diablos lo hacen para dormir el sujeto que aprieta la bolsita de plástico.
Este tema, sobre la lucha contra el narcótrafico, en genérico, la lucha contra la delincuencia, ha llegado para quedarse en mi país. Ya vemos cada vez más carros policiales subiendo y bajando por los cerros en mi pequeña ciudad al culo del mundo. Si bien distamos de la violencia institucionalizada como la que hay en Brasil, perfectamente pueden darse las condiciones para que eso suceda.
Más que luchar de uno u otro lado de la cuestión, si acaso "el único criminal que sirve es el criminal muerto" o si las fuerzas policiales son un montón de fascistas sin cabeza o no, lo que rescato de la película es que me obligó a ver the whole picture: o sea, ninguno de las dos posiciones lleva a una solución. Ya en la película criticaban a los "niños bien" que marchaban por la paz pero compraban marihuana en el mismo mercado narco que provocaba la muerte del sector más pobre de la sociedad. Claramente, hay una hipocresía que yo mismo reconozco que padecía; ¿Como mierda pude ignorar que si les compraba marihuana a un par de estúpidos traficantes apoyaba el monopolio que tiene este mundillo sobre la prohibición más lucrativa que hay, las drogas? Apenas me di cuenta de ello, deje de comprar y durante ya un par de años solamente fumo de la ridícula mata de un amigo y de otro tipo que ocasionalmente regala pero no vende. Visto en retrospectiva, comprar apenas un pito no constituye absolutamente nada comparado con la pasta, la coca de mala calidad y demases mezclas que les daban poder a los dealers en la ciudad donde antes vivía, pero mi conciencia es una mula ebria que patea muy fuerte.
Ahora bien, volviendo hacia la lucha contra la delincuencia, hay que tomar en cuenta este "Estado dentro del Estado" que levantan los narcos en varios países de Latinoamérica. A mi parecer, la solución se evidencia a través de la historia. Al Capone, el famoso mafioso, hizo su imperio a raíz de la prohibición del alcohol en el siglo pasado. Ya que estaba prohibido vender alcohol, las mafias se hicieron del monopolio de su venta en las sombras, alcanzando un poder adquisitivo tal que movían armas de guerra, sicarios y se deshacían de cualquiera que se interpusiere entre sus planes (mismo modelo que los carteles de México y los narcos de las favelas tienen hoy en día). De pronto la sociedad admitió que no podía vivir sin alcohol, y se legalizó. Consecuencia: las mafias perdieron el monopolio y tuvieron que pasar a nuevas prohibiciones que en ese tiempo seguían siendo monopolio ilegal, como la prostitución. Lección histórica: La sociedad supera una barrera moral de prohibición a través de la legislación y se les quita poder a quienes lucran con dicha prohibición. Si los narcos hoy en día son capaces de hacerle frente a la policía, y esta, con toda su brutal represión del mundo no pueden erradicarla, es porque la ley no les ha quitado poder. La solución a todas luces, es admitir que el hombre, desde siempre, ha buscado salidas a la realidad a través de las drogas, y la lucha contra estas no funciona a nivel social, sino que desde el libre albedrío personal. Luego, la legalización y regularización del comercio de las mismas les resta el poder del monopolio que tienen los narcos, que a su vez envician gente, que a su vez se vuelven delicuentes para poder seguir en sus miserables vicios. Ejemplo histórico de la efectividad de esta medida: HOLANDA. Allá el tema ya no es la droga y los carteles que matan decenas de personas, sino que el mercado negro se traspasó hacia otras prohibiciones de la sociedad, como el tráfico de órganos. Pero nosotros, tristes y gloriosos latinos, a nuestra realidad.
Lo que necesitamos para desestabilizar el poder de quienes lucran con ello, es legalizar la droga (paulatinamente, no todas de un golpe) y superar esas mojigatas barras morales que indirectamente fomentan una guerra inacabable donde veremos más de una vez escenas como estas:




sábado, 10 de julio de 2010

Evaluación media


La conclusión es, irónicamente, lo primero que se me viene a la cabeza: debo irme luego de este lugar.


Es fácil concluir eso, cuando te das cuenta de que en el club, en la disco, en el chat, en el bar, todos se conocen y ya se han follado con anterioridad. Esperan, como tiburones, a los primerizos aspirantes a maricones, cada año más niñatos, que rápidamente caen en sus redes, que caen en sus identidades ocultas tras esos nicks estúpidos y manoseados tantas veces, de tantas formas, los follan toda la cúpula sedienta de sudor fresco de los viejos zorros, y los vuelven más figuras vacías, dando vueltas y vueltas en el interminable círculo local de sexo repetitivo, conversaciones-tipo, y el sida acariciando las curvaturas veleidosas de sus condones baratos.
Al final, toda la puta vida sigue igual de puta, pero menos interesante.
Cada vez que transito los cuartos oscuros y sus eternos acechantes, en esos momentos de humo, miradas de reojo y las viejas caras cansinas, me convenzo más de que apenas me quedan mis zapatillas veloces y mi respuesta estándar para sus preguntas estándar: "Jódete solo".
Y la conclusión del semestre es exportar esas zapatillas y esa respuesta a otros aires, otras calles y otras camas, para seguir infectando un poquito la mente del nocturno soldado underground.

jueves, 24 de junio de 2010

Trabajo en disquete.

La pantalla del ordenador iluminaba de manera bastante encandilante. Me temo que muchos que pasamos por ese colegio quedamos cortos de vista, en parte por culpa de esas pantallas tan agresivas. Habrían, como máximo, unos diez computadores en todo el piso. Hasta allí suena muy moderno, pero eran en verdad unas chatarras. Pensar que en ese tiempo lo más "in" era entregar un trabajo en disquete...


La biblioteca constaba de unas seis mesas grandes, cuatro estanterías de libros, el escritorio de la señora a cargo, y los diez computadores de museo. Era bastante espaciosa, y aunque nadie leía un solo libro porque todos los buenos se los habían robado aquellos que tenían alguna inquietud intelectual, era común encontrarla con gente en las mañanas, y la mujer a cargo, Rosa, cuchicheando con todas las chiquillas que gustaban de chismear con ella. Era en las tardes cuando se veía más vacía la biblioteca. Había menos cursos en clase y rondaban menos chiquillos por los pasillos. Como no mucha gente tenía computador en ese tiempo, y aún menos internet, tenía que ir a sacar información a los ordenadores del colegio para los trabajos.


Ese día creo que era algo relacionado con biología. Mi compañero, un enfático candidato a médico con desórdenes esquizofrenicos, había ya sacado casi toda la información que necesitábamos. Eran como las seis y algo de la tarde, cuando ya quedaba poco para que nos echaran a todos del colegio, y Rosa nos dijo que iba a comer algo para calmar el hambre. Me tenía confianza, cosa rara siendo que tramitaba eternamente a otros chicos para usar un computador cuando ella no estaba encima de ellos. Debe ser porque yo mostré algún interés en los libros que ella custodiaba. Tanto así que me robé la única copia de "Fahrenheit 451" antes de que otro lo hiciera.


Cuando Rosa bajó al primer piso a comprar algo al negocio que estaba enfrente del colegio, noté que estábamos solos en la biblioteca y que apenas se escuchaba en el aire la modorra monótona del profesor haciendo clase en la sala contigua.


"Mira" le dije. Busqué en internet por un página de relatos eróticos y la abrí. Nunca me gustaron mucho los videos; dejaban muy poco al azar y a la imaginación propia. Mi compañero acercó su silla hacia la pantalla del ordenador que yo estaba ocupando. Leímos, a velocidades naturalmente distintas pero intencionadamente lentas, un relato sobre una chica que se metía con dos hombres al mismo tiempo en un evento de gala. Una follada doble sobre el césped frío de un campo de golf detrás de un centro de eventos lujoso. Bastante bien detallado, suficientemente guarra cuando tenía que serlo. Si bien al principio mi atención estaba dedicada al texto en la pantalla, de un momento a otro se desvió hacia el incipiente bulto que cada vez tomaba más forma dentro de los pantalones de buzo azul de mi compañero. Estaba tenso y atento de los pasos afuera de la biblioteca, del aire que entraba pastoso por las ventanas, y del inexistente interés de mi compañero de ocultar el bulto que apuntaba hacia arriba. Hice ademán de acercarme más a la pantalla, rozando con mi pierna derecha su pierna izquierda, tratando de ocultar culposamente, mi propio bulto dentro mis pantalones de buzo azul.


Mi mano derecha estaba apoyada sobre el mouse, para cambiar raudo la página si alguien aparecía. Mi compañero, con sus ojos raramente pardos fijos en la pantalla, sus manos grandes y blancas apoyadas en sus rodillas, su boca fría y su rostro cuadrado con barbas mal cortadas, no pareció percatarse de que ya no había una mano sobre el mouse. La tipa estaba describiendo como le parecía excitante que dos hombres la follaran al mismo tiempo, preguntándose si acaso les era excitante para ellos también tanto contacto entre sus cuerpos. Mi mano ahora estaba a un costado de mi silla, presta a seguir moviéndose, levantándose en el aire para dejarse caer, con una parsimonia extrema, sobre la tela azul que guardaba aquel bulto irracional y adolescente de mi compañero. Por un segundo, las partículas de aire que flotaban iluminadas por la luz de sol decayéndose en la ventana, parecieron detenerse entre su mirada que encontraba la mía con asombro y confidencialidad al mismo tiempo.


Luego, los pasos.


Él cerró veloz la ventana con el texto erótico, frente a la actitud inútil que tomé en esos cruciales segundos. Volvió a sentarse bien en su silla, con la cara casi pegada hacia la pantalla de su ordenador, como si nada fuese más importante que la información de biología que leía allí. Rosa entró comiendo un sandwich de pollo, nos miró de reojo y se sentó en su escritorio con computador de esa época moderno, a seguir chateando con amigos desconocidos.


Yo seguía lívido, mirando la pantalla de mi ordenador, con la cabeza en blanco.


Mi compañero se levantó de la silla, apagó el computador y levantó su bolso. "Te traigo la información mañana impresa para que de allí saquemos las ideas." dijo con voz sumamente corriente, y frente a mi asentimiento de cabeza nervioso, se despidió de Rosa con la mano y se fue de la biblioteca.


Yo me quede allí un buen par de minutos, mirando la pantalla con la cabeza en blanco.


Rosa me dijo que iba a cerrar la sala.


Apenas llegué a mi casa, tomé un cuaderno cualquiera, y comenzé a escribir el primero de varios relatos obsesivos que llenarían muchas más páginas en el futuro, en los que me imaginaba una y otra vez lo que sucedía cuando Rosa no entraba a la biblioteca.


Ahora creo que tanta tinta y tantas páginas podrían haber servido a mejores fines. Anyway, fuck him.

domingo, 13 de junio de 2010

La extraña educación

En los primeros años de mi contradictoria pubertad, pasé por una etapa sumamente absurda: estaba empecinado con ser acólito. ¿La razón? No tengo idea, supongo que en ese momento me parecía que molaba ser ese típico niño virgen con cara de ángel que no rompe un plato tocando la campanilla cuando el cura holandés de la iglesia local terminaba sus indescifrables cánticos.
Había una pieza (hay, porque la iglesia a pesar de que intentaron quemarla, todavía sigue allí) detrás del altar, donde el cura y los acólitos se cambiaban, pero no cambiarse de ropa en el sentido estricto, sino que se ponían sus aburridas túnicas blancas encima simplemente.

Recuerdo que cuando yo "postulé" (en realidad no se postulaba, sino que hacías un par de ensayos antes de las misas, para ver si captabas o no como era la cosa) para ese reverencial trabajillo, habían dos niñatos más practicando. Uno, que no recuerdo mayormente, porque no iba mucho y en verdad, no me llamaba la atención, y otro, que a pesar de que no recuerdo su nombre, recuerdo perfectamente de que era de esos clásicos estereotipos de acólitos ultra morbosos, como sacados de la película "La Mala Educación": Rubiecito, con ojos cafés, pero claros, y una piel tan inocentemente blanca como la leche de una vaca católica.

Tengo vagos recuerdos de lo que hacíamos exactamente en esas prácticas, pero sí recuerdo de una vez que en esa pieza detrás del altar, cuando nos cambiábamos, me quedé observando a mi compañero de película doblando cuidadosamente su túnica y guardándola en el cajón. Sus pantalones grises elegidos por alguna madre escrupulosa, ceñidos perfectamente a sus piernas y cadera. Y unas manos blancas, pequeñas, delicadas, con uñas bien recortadas, que hacían pacientemente todo lo que ese rídiculo trabajillo importaba.

Las miradas intensas se sienten, y esa no fue la excepción. Me miró despreocupado primero, y luego, quizás oliendo algo raro en las vibraciones del aire viciado de la habitación, frunció su ceño y me dijo "Chao" de forma seca antes de salir rápidamente por la puerta, hacia afuera, en la iglesia, donde aún estaban dos viejitas en la primera banca rezando por si las moscas.

De más esta decir que no volví a ir nunca más. Por lo menos a intentar de ser algo que no era. La obligación familiar de ir a la Misa del Gallo es tema aparte y otra historia, pero por mi propia iniciativa, no he pisado esa iglesia hasta el día de hoy. Supe que al final otro tipo, alguien mayor con problemas psico-motores había quedado como acólito del cura inentendible. Tampoco volví a toparme con ese niño de película, y si lo hice, debe haber cambiado mucho pues no lo reconocí.

Supe, luego de guardar las cruces y regalar las imágenes de los santos, que algo raro me iba pasando conforme crecía, algo que hoy día tiene más sentido cuando pienso en el cuerpo de hombre que ahora podría esconderse debajo de la túnica, si el entonces niño de película siguió el aburrido camino que esa tarde yo abandoné.
Si hubiera sido Gael García Bernal el niño ese, ahora mismo estaría como loco buscándolo para... recordar viejos tiempos jejeje.

sábado, 5 de junio de 2010

Cabronamente Combativo

El problema entre el choque de las circunstancias sociales, y el pensamiento “progresista”, por denominar de una manera a aquellas corrientes o movimientos recientemente surgidos que pretenden reivindicar un espacio propio en la pluralidad de la sociedad actual, se da en todos los ámbitos en los cuales una persona desarrolla sus actividades cotidianas, y en realidad, en todo lugar en el que deba compartir u expresar ciertos puntos de vista propios respecto de temas que para otras personas que suponen son mayoría, representan tabú. Lamentablemente, estos grupos de personas con mentalidades reducidas por sus circunstancias sociales, llámense crianza, creencias religiosas, estigmatismos políticos, u otros, no han adquirido plena conciencia respecto del medio social en el que se desenvuelven, y el momento histórico que atraviesan, en el que la información no puede contenerse mayormente, y la diversidad respecto de los modelos de vida de las personas es una realidad innegable.
Sin embargo, esto no ha de sostenerse así por mucho. No cabe ya la intolerancia exacerbada en estos tiempos de madurez social. Bastantes han sido los procesos históricos que han evidenciado la vileza del hombre cuando se niega a escuchar a sus iguales. Además, los estados han proclamado declaraciones internacionales en pos de asegurar un mejor vivir a los diferentes individuos que interactúan en el mundo.
Básicamente, hasta ahora esto ha sido un intento de poner en palabras formales lo que me arde desde dentro: estoy harto de que me discriminen por como soy, por como pienso, debido a mis creencias, debido a mis raíces. Y estoy absolutamente harto de que la gente que lo haga piense que es mayoría en este puto mundo que ya esta de patas abiertas al cambio, al cambio que penetra sin ningún miramiento sus vidas de pecera, para removerlas y hacerles dar cuenta en el siglo en el que están viviendo. También esto es una advertencia. Porque yo soy paciente, y tolerante. Pero muchos no lo son. No es solo la lluvia lo que hace venir al trueno, y esto es una verdad terrible. El ser humano no nació como tal para venir a recibir tratos de animales.


miércoles, 2 de junio de 2010

Warning shoot

Una vez me llevaron en un paseo nocturno en el auto de un tipo que no recuerdo su nombre.

Me llevó por la playa, como si yo no la hubiese conocido lo bastante.

Era de las primeras veces que me aventuraba buscando ligar, y como locura inicial, me subía a un auto de un tipo X a las 3 de la madrugada.

Escuchaba música espantosa. Kylie Minogue, Cristina Aguilera y Miranda se asomaron como banda sonora de una imagen que yo me imaginaba más ruda, más directa y más Sex Pistols.

El acabosé fue cuando le subió el volumen a Britney Spears.

Para salvar la situación, me bajé del auto y me senté a ver el mar oscuro.

Él se apeó también, y nos pusimos a fumar, hablando acerca de sus experiencias del cole. Resulta que desde las duchas después de la clase de gimnasia, y los trabajos en pareja, se había enganchado de un compañero, con quien contemplaron el techo de sus habitaciones, echados en la cama, durante cientos de horas. Me confesó que lo recordaba con mucho cariño.

Le dije que me dejara donde me encontró, en medio de la nada, en realidad. Lo despedí con un apretón de manos, y él me dijo que tuviese cuidado si pensaba seguir subiendome a cualquier auto. "Obvio" contesté yo, "Desde ahora directo a domicilio".



No era Sid Vicius, pero fue bueno saber que todos fueron estúpidos alguna vez.

lunes, 31 de mayo de 2010

Adiosito

En la radio sonaba “Garota de Ipanema”. Las luces de los postes pasaban consecutivamente, un poco más lento en las esquinas. El conductor conducía en silencio. Quizás estaba disfrutando la canción.
- ¿Sabe si hay partido mañana?
- No, el domingo.
Yo tenía la idea de que los taxistas, al igual que los peluqueros, tenían el casi deber de conversar con el cliente, lo quiera este o no.
- ¿No se supone que los taxistas hablan de la vida con sus clientes?
Hubo una pausa incómoda. Me iba de la ciudad, por eso no me importo ser impertinente. Parece que él lo meditó antes de contestar.
- Nosotros escuchamos, lo queramos o no, las confesiones que la gente hace a veces.
Parece que lo había entendido todo mal. El vuelo salía en 20 minutos, y no iba a volver a esa ciudad en al menos cuatro años.
- Soy seropositivo.

La mujer que cantaba la canción en la radio repetía “é a coisa mais linda que eu ja vi passa”.
- Mi hijo también.
No quise sacar conclusiones apresuradas. Hoy, todavía no lo hago. Esta peste está en todas partes. Me quede en silencio, hasta que llegamos a la entrada del aeropuerto. Había pagado apenas me subí.
- Déjeme aquí por favor.
- Bueno.
Llevaba esa noche solamente mi maleta de mano, con un par de mudas, un montón de libros, y dinero de sobra. El viaje en avión era lo único que me separaba del resto de mi vida, dentro de maletas gigantescas, en la casa donde me esperaban.
- Muchas gracias.
- A usted.
Cuando abrí la puerta, la radio tocaba “Como la cigarra”. Lástima que debía bajarme. La noche me saludó, con el viento fresco que llegaba a mi cara.
Cerré la puerta del auto, y advertí que el chofer me miraba por el espejo retrovisor de la puerta. Luego se fue. Y yo también hice lo mismo. Todos los días un poco más, desde aquel portazo.

martes, 25 de mayo de 2010

Declaración


No quiero ser una oveja trasquilada.

Es lo primero que debe quedar claro.

Esto es un gran y sucesivo adiós al resto del rebaño.

O quizás no.

Quizás encontrase a otras ovejas sin trasquilar.

Más ovejas que no quieren que les digan que es

lo mas conveniente para ellas.

Más ovejas que no le temen a hacerse daño

con las espinas.

Más ovejas sin tanto miedo a cagarla.

Más ovejas que le temen más al dudoso pastor

antes que a los evidentes lobos.

Más ovejas siendo tales como son.

Ovejas que existan para sí mismas,

no para satisfacer a pastores inescrupulosos,

para no escandalizar al rebaño trasquilado,

para ser material de otro asado.

Me voy a pastar por otros campos.

Que se jodan los asados.