miércoles, 11 de agosto de 2010

Los Mareados

" Ellos eran muy punk rockers, los cabrones.
La Marta quedo preñada y el Cacho se hizo el loco y se fue pa'l norte.
No había nada gracioso cuando no estaban tan juntos.
El Chato esta trabajando en la pesquera, de sol a sol parece, porque nadie lo ha visto.
Como un grupo de hienas, riéndose de todos, acechaban a las viejitas afuera de los supermercados y las iglesias. "Una moneda pueh tía, pa'l bajón".
El Roro esta matando las horas, cagándose encima dentro de su pocilga que comparte con el Care Jarra, que a su vez alimenta al parásito en casa con lo que gana cargando papas en la feria.
Unos iban a buscar a los otros a la salida del colegio, y todos los pendejos se meaban de miedo cuando les pedían monedas.
La Chora desapareció cuando su papá quedo tieso después del infarto. Se dice que anduvo bailándole por poca plata a los mineros, hasta que uno se la llevó con él, quizás para casarse, si uno espera lo mejor.
Una vez el Tito apareció con agujas. ¡Era Año Nuevo, Navidad y todas las fiestas juntas! Se quedaron mirando el techo de la habitación absortos en las moscas que volaban sobre ellos. La Marta se quedó dormida mirando por la ventana, observando los cerros pobremente iluminados.
Al Tito lo atropellaron un veinticinco de enero. Aunque le hicieron pagar al chofer, todos sabíamos que la culpa la tenía un Tito ebrio paseándose sin polera por la carretera. Ahora el gobierno lo patrocina con comida y techo, y hasta le han encontrado un trabajo de oficina.
Cuando se juntaban, tenían que estar constantemente moviéndose. Las viejas ociosas no dudaban en llamar a todas las fuerzas armadas del orden, una más puta que la otra, ansiosos estos de probar sus tácticas de emboscada con el grupo de "antisociales y drogadictos".
El Lucho irónicamente tenía excelentes notas, y becas al por mayor. Todo iba viento en popa hasta que los demás se enteraron y empezaron a aparecer por su puerta cada mes, cada semana, cada día. Fue a la capital a terminar sus estudios allá.
Una vez el viejo de la Chora, años antes de quedar tieso, los llevó a todos pa'l interior, a una ciudad pequeña y calurosa, a una tokata clandestina masiva. Ya allí, se dieron cuenta de que las autoridades habían sido más que alertadas y nadie con banderas negras se apareció. "¿Y qué?" dijo uno y se lanzaron a las botillerías. Echados en la cancha, con la cerveza tibia y los cigarros rancios, se rieron y molestaron a todos los transeúntes hasta que en un momento, en silencio observaron el calor que sobre el asfalto volvía borrosas las siluetas, y una breve brisa sacudió sus cabelleras teñidas.
Al Jano se lo cargaron a fines del año pasado. Quizás debía mucho, o simplemente vivía vida prestada. A las cincuenta y seis horas después de haber salido de la cárcel, el tipo le clavó cuatro puñaladas en la guata. Murió casi instantáneamente, desangrándose en un callejón sucio.
Y de los demás no sé más nada. Creo que ni siquiera me reconocerían."

Un arrendador.



Le sugerí que firmará con ese nombre después de haber visto "Se Arrienda" de Fuguet. Con cierta nostalgia nos dimos cuenta de que cada cuál a su manera, no nos habíamos vendido, pero nos habíamos arrendado. "Mierda, ya no hay vuelta atrás" dijo él.

2 comentarios:

  1. Un testimonio invalorable. Pero que bien redactado por el señor arrendador. Un abrazo.

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  2. pasa que algunos vivimos una vida más arrendada que otros, pero para qué te voy a decir

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